Enseño el uso de las plantas medicinales con una finalidad concreta: propiciar la transformación espiritual como el punto más trascendente, la mayor inflexión en nuestras vidas. En mi camino individual, llegar a la medicina aborigen de los Camiares -“hombres de montaña”-, fue un antes y un después.
Mi intención es colaborar con el despertar colectivo, y no llenar de información nuestras atoradas mentes consumidoras.
Siguiendo las enseñanzas de mi maestro, puedo afirmar que “la mente no es para pensar, es para que al permanecer silenciosa acumulemos energía. Tiene una directa vinculación con el estómago: cuanto más sucio está este órgano, más enfermante e imparable resulta el diálogo interno. Una mente quieta y silenciosa nos brinda una sensación de paz y vitalidad increíble. Entonces nos damos cuenta que el famoso “estrés” no viene de las actividades externas sino de los interminables y destructivos pensamientos recurrentes.”
Tomar plantas, acompañadxs de una alimentación saludable, de aire libre y sol, nos mantiene sanxs y libres, nos devuelve la capacidad de cambiar y ser nuevxs cada día.

Un mal de siempre de la humanidad, pero agravado en esta época donde el poder de la imagen se ha vuelto incomparable, es la fijación de la conciencia en una idea rígida de nosotrxs mismxs, en un “yo”, en una acumulación de creencias que nos dejan encerradxs en visiones de mundo limitantes. Nos repetimos hasta el cansancio. Nos apegamos a imágenes fijas.
La conciencia humana es libre. Es capaz de entrar y salir de las piedras, los árboles y las estrellas. Podemos ser diferentes cada día. Podemos ser fluidxs e inexplicables.
Las plantas nos devuelven ese poder personal, junto con el respeto infinito por la existencia toda. Somos una partícula minúscula en el Universo, pero con la capacidad de percibir y volver consciente todo lo que tocamos. Gaia despierta junto con nosotrxs.
Descubrir nuestra función en el Todo es parte de nuestro trabajo, es el sentido de nuestro “estar”. Las plantas son aliadas. Son ellas las sabias.
